Entribu se sirve de diversas fuentes para poder desarrollar prácticas de transformación organizacional que abracen las necesidades del mundo contemporáneo.
En primer lugar, la concepción del ser como devenir y movimiento continuo, caro a las ideas hegelianas, inspira la médula del presente programa. Concebir la identidad como un fenómeno vivo y por tanto móvil y no como una serie de características o un retrato lapidario nos parece fundamental para abrir caminos de transformación no sólo en las organizaciones, sino que también en sus individuos. La principal -sino la única- certeza que tenemos es que el ser humano no atraviesa los procesos, sino que es un processus constante; su transformación reafirma su existencia. (Kojève, 2013) A partir de esa premisa es que observamos a los equipos y diseñamos las rutas de trabajo.
Al mismo tiempo, las lecturas compartidas y la formación de gran parte de nuestro equipo en el coaching ontológico, ha perfilado en Entribu la férrea convicción de que el aprendizaje y la formación de conocimiento está indefectiblemente ligada a la experiencia sensible y significativa (Echeverría, 1994). Así, el ser humano no sólo es un proceso, sino que forma parte activa de él, en tanto se abra a nuevas preguntas y experiencias que catalicen su transformación. Estamos rodeados de respuestas sobre cosas que nunca nos hemos preguntado, respuestas que simplemente hemos adoptado. Si asumimos la realidad como constructo, podemos participar delos cambios que deseamos en ella.
Si buscamos entonces experiencias sensibles y significativas para propiciar espacios yprocesos de cambio, no podemos obviar el poder de la ritualidad. Como organizaciónobservamos con preocupación la progresiva desaparición de los rituales en la sociedadcontemporánea, puesto a que vemos en ellos un poderoso camino para la construcción de sentido. Siguiendo las ideas de Byung-Chul Han, estamos convencidos y convencidas de que el hogar es al espacio lo que el ritual es al tiempo; lo vuelve habitable y lo dota de forma. Gracias a los rituales, tiempo deja de ser un flujo inconsistente por el que transitamos casi por accidente. Cuando tenemos un lugar en el tiempo, ya no nos gastamos, sino que nos realizamos (Han, 2020). Los ritos, entonces, son para nosotras y nosotros acciones simbólicas que logran otorgar sentido mediante experiencias sensibles, por lo que procuramos siempre conservar una dimensión ritual tanto en nuestras orgánicas internas como en nuestros diseños e intervenciones.
Por otro lado, así como consideramos fundamental la dimensión ritual de la experiencia, también creemos en su dimensión lúdica. Inútil por excelencia, el juego constituye un fenómeno fundamental de la existencia humana, por el cual el individuo se conoce a sí y a las y los demás en un espacio tautológico de creación. Inventa sus propias reglas, queda suspendido de lo real -apareciendo ésta como un total constructo, así como a los ojos de la ontología moderna recién descrita- y es, por un momento, en sí, lejos de cualquier finalidad última de la vida. Entra en unespacio de excepción, que consideramos necesario para el autoconocimiento y la transformación, pues del juego emerge la cultura. (Fink en Salinas, 2011) Desde Entribu sostenemos entonces que los procesos de cambio se gatillan y se mantienen a través del juego.
Volviendo al discurso de la ontología de lenguaje, abrazamos además a la ternura como herramienta conceptual y práctica en nuestra metodología. Nada de lo anterior tiene sentido si no se practica con ternura y para la ternura. Y no hablamos aquí de su representación banal -esa que usualmente puede confundirla con la melosidad o la lástima- sino de la capacidad de asombro y gratitud. Hablamos de una ternura que construye espacios de seguridad a través de la identificación mutua, la compasión y la aceptación.
Estas ideas guían día a día nuestros esfuerzos para generar proyectos y vínculos laborales que les den vida y colaboren con organizaciones más justas, felices, eficientes y plenas.
Equipo Entribu, Marzo 2023